Un mecánico le prestó a un colega suyo un taladro y, como éste llevaba algún tiempo sin que se lo devolviese, decidió llamarlo por teléfono para recordárselo.
Cuando aquel le contestó le dijo: "Oíme bien, Roberto. ¿Cómo estás?"
"Bien, Romualdo. Gracias. ¿Dime qué deseas?"
"Pues hombre, que te estoy llamando por el taladro".
"No jodás, pero se te oye muy clarito, sin ruidos ni interferencias".
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